TECLAS, CUERDAS Y VERSOS
Carlos regresa con nuevo disco bajo el brazo. Un disco que
desafía los convencionalismos que cualquiera podría esperar de un cantautor.
Quizá su extenso bagaje como productor y compositor de canciones de muy diversa
raigambre le han curtido permitiéndole desarrollar una sensibilidad que se
desenvuelve con igual soltura evocando los estándares anglosajones (El regalo, In love) que recreándose en
un pop de sonido más patrio, casi latino (No
sé por qué aún te quiero, Besos
guardados).
Lo cierto es que, aparte del despliegue de ritmos y estilos
que aderezan el álbum, es de agradecer el gran esfuerzo del artista para lograr
un ramillete de nada menos que trece canciones en las que cada una aborda una
temática absolutamente distinta. Así iniciamos el recorrido con El centinela, un tema cuya melancólica
composición y el sencillo pero efectivo ritmo de base recuerda de alguna manera
al Streets of Philadelphia de Springsteen. Esta tristeza suavemente
destilada se percibe también en otros temas como El bufón y El regalo.
Otros cortes son sin duda más animados en cuanto a ritmo pero
sus letras tienen un alto contenido de nostalgia y hasta de cinismo. Tal es el
caso de El cartel de no molestar y Me da igual. Algo de eso también hay,
aunque con diferente sabor, en la evocadora Rockola. Por último, el artista desnuda su alma en temas tan
elocuentes como Morir en el armario
(quién le iba a decir que un título sugerido por otra persona le podría ir tan
al pelo) y Turno de noche, emotivo
colofón para el disco que narra una historia que viene a ser algo así como la
versión urbana de Lady Halcón.
Un paseo que va de lo trascendental a lo cotidiano, a veces
incluso entremezclando una cosa y otra. Un disco ideal para aquellos que gustan
de canciones que realmente digan algo.