JOSÉ ANTONIO GARCÍA
Una voz incombustible
Cuando oí por primera vez (y yo era muy joven) El hombre invisible, quedé vivamente
impresionado. Aquel ritmo palpitante, aquella letra que me intrigaba y sobre
todo aquella voz tan personal, se me quedaron grabadas para siempre. José Antonio García era por
aquel entonces el vocalista de 091, una de las pocas bandas que, sin ser de la
capital, lograron descollar en la movida madrileña. Ellos venían de Granada y
traían un soplo de creatividad procedente del sur con visos de convertirse en
algo consistente y duradero, como así fue.
Lejos de aquella época (en el tiempo, que no en espíritu)
José Antonio publica ahora en solitario un nuevo proyecto donde en realidad no
está solo. Le acompañan El Hombre
Garabato en la otra cara del vinilo, y unos excelentes músicos y
compositores que han pergeñado para la ocasión un puñado de canciones que nadie
debería perderse.
A punto de estallar es
un autorretrato duro y descarnado. Algo más amargo pero igual de combativo
resulta Julio del 36, el bonus track
de la edición en CD. Los tres temas restantes son piezas maestras de puro pop
con letras directas y ritmos que nos traen reminiscencia de décadas pasadas. Mírame nos remite a la psicodelia
setentera, No puedo prometerte nada más es
un perfecto ejemplo de “pop de manual” y Nubes
de colores pone la nota “happy” al disco. Escuchar estos temas es como
viajar en el tiempo porque, francamente, ya no se hacen canciones así.
EL HOMBRE GARABATO
Siempre nos quedará Granada
Mencionar la tierra de la Alhambra trae enseguida a la mente
ecos de Miguel Ríos, 091 o La Guardia. Y para mí, que también soy andaluz, es una grata
noticia el poder constatar que la escena granadina sigue en plena forma. Un
caso evidente es el de El Hombre Garabato,
una banda sólida que no ha parado de crecer en cada nuevo proyecto. Los cuatro
“tiros” que disparan en este álbum han dado definitivamente en el blanco.
Abren su cara del disco con El desastre, cuya contundente caja a tierra hace que mi pié no
pueda estarse quieto mientras escribo esto. De
tripas corazón es una confesión llena de rabia contenida, mientras que La explosión destila un conformismo
cínico que le deja a uno en un estado de ánimo extraño. El bloque se cierra con
Otra vez, la más sesentera de las
cuatro y la única en la que se permiten dar rienda suelta a un cierto
romanticismo.
Todo un despliegue de buen pop, muy cuidado y bien producido
pero sin perder en ningún momento su frescura. Hay además un ingrediente común
en las cuatro canciones que no pasa
desapercibido; me estoy refiriendo a
esos impecables coros llenos de “nananás” y “lalalás” tan efectivos y
pegadizos que harían palidecer de envidia a la mismísima Kylie Minogue.